jueves, 23 de marzo de 2017

Filosofía del cuerpo, I. El orden y la memoria.

Sucede, en efecto, que cuando las cosas se hallan de tal modo dispuestas que, representándolas mediante los sentidos podemos imaginarlas fácilmente, y como consecuencia acordarnos de ellas con facilidad, decimos que están bien ordenadas. En caso contrario, que están mal ordenadas, que son confusas. Y como las cosas que podemos imaginar fácilmente nos son más agradables que las otras, los hombres, a causa de ello, prefieren el orden a la confusión, como si, fuera de la imaginación, el orden fuese algo en la Naturaleza. Y dicen que Dios ha creado todas las cosas con orden; y de este modo, sin darse cuenta atribuyen a Dios imaginación, también; esto cuando no pretenden que Dios, lleno de previsión en favor de la imaginación humana, ha dispuesto las cosas de tal modo que los hombres puedan imaginarlas del modo más fácil posible. A causa de ello, tal vez, resultaría inútil hacerles observar que hay una infinidad de cosas que sobrepuja  en mucho nuestra imaginación, y un gran número que la confunden a causa de nuestra debilidad. 

Spinoza, La Ética.
Demostrada según el método geométrico y dividida en cinco partes en las que se trata
I.- De Dios
II.- De la Naturaleza y del Origen del alma.
III.- De la naturaleza y del origen de los sentimientos.
IV.- De la servidumbre humana, o de la fuerza de los sentiminetos.
V.- De la potencia del entendimiento, o de la libertad humana.

[Apéndice de la Parte Primera. De Dios]

jueves, 26 de enero de 2017

El claro en el bosque: Lakoff y Heidegger

Según nuestros fines, podemos percibir las cosas del mundo como si fueran recipientes o como si no lo fueran. Podemos por ejemplo, concebir un claro del bosque como un recipiente y a nosotros mismos dentro del claro o fuera de él.

Metáforas de la vida cotidiana. 24, Verdad
G. Lakoff y M. Johnson

Desconozco si Lakoff incluyó este ejemplo en referencia directa a la metáfora de la verdad desvelada o aclarada de Heidegger; desde luego, lo parece.

El claro es una abertura de la verdad, un clarear del ser, un descubrimiento descrito como desvelamiento paradójico: desaparece el bosque en el claro y se nos aparece su ser, pues sólo en el claro vemos el bosque. El claro nos hace visible la naturaleza el bosque, la verdad del bosque oculta en la espesura. Sí, lo que vemos en el claro es lo que el bosque oculta, pero sólo accederemos a esta verdad a través de la fuerte impresión de la belleza. La experiencia estética que suspende la percpeción es la clave para acceder a la comprensión. La luz del claro nos conmueve y nos enseña, nos alumbra. Al internarnos de nuevo en el bosque, advertiremos su verdad en cada resquicio. 

Heidegger es un filósofo oscuro, cerrado, ininteligible la mayor parte del tiempo. No importa, hay que conducirse por él como a través de un bosque. Y no importa que lo escrito sea o no comprensible, ni siquiera que sea o no absurdo, tan solo importa que sea conmovedor, en algún punto. Si no te conmueve, olvídalo, no te enseñará nada.

Lakoff convierte el claro del bosque en un recipiente para nosotros. En él la metáfora es sustantiva. Nos dice: no usas la metáfora, te instalas en ella. Puedes creer que una metáfora es una simple herramienta, pero si eres martillo, solo verás clavos. Todo lo que en Heidegger es resbaladizo y espeso, en Lakoff es firme y sutil. Heidegger pinta sombras, Lakoff dibuja con línea clara. Es una cuestión de estilo. 

Yo adoro la línea clara: parece simple, lo es, carece de matiz, es accesible. La línea clara no es como el bosque, no es temible, no es exigente, apenas require esfuerzo, y por este motivo resulta frágil y peligrosa.

jueves, 19 de enero de 2017

12. El libro, entre la cita y la exégesis.

Son tres párrafos de un texto de Jacques le Goff: La civilización del Occidente Medieval que resume el destino de toda obra. (Pero el texto completo es impagable):


También en esto la Antigüedad decadente había facilitado el trabajo de los clérigos cristianos de los primeros siglos del Medioevo. Lo que la Edad Media conoció de la cultura antigua le fue legado a través del bajo Imperio, que había mordisqueado, empobrecido y disecado la literatura, el pensamiento y el arte grecorromanos de tal forma que la alta Edad Media barbariada pudo asimilarlos con facilidad.

No fue de Cicerón o de Quintiliano de quienes los clérigos de la alta Edad Media tomaron su programa científico y educativo, sino de un retórico de Cartago, Marciano Capella que, en los comienzos del siglo V, definió las siete artes liberales en su poema: Las nupcias de Mercurio y de la Filología. Tampoco fue de Plinio o de Estrabón, inferiores, de hecho, a Tolomeo, de donde sacaron su saber geográfico, sino de un mediocre compilador del siglo III-comienzo de la decadencia-, Cayo Julio Solino, que legará a la Edad Media un mundo de prodigios y de monstruos: Las maravillas de Oriente. La imaginación y el arte, a decir verdad, ganarán lo que perderá la ciencia. La zoología de Medioevo será la del Phisiologus, obra alejandrina del siglo II, traducida al latín precisamente en el siglo V, donde toda la ciencia se esfuma en poesía fabulosa y en lección moralizadora. Los animales quedan transformados en símbolos, pero la Edad Media sacará de ellos sus bestiarios, y también en este punto la sensibilidad zoológica medieval se nutrirá de la ignorancia científica. Pero lo más grave es que esos retóricos y esos compiladores transmitirán al hombre del Medioevo un saber en migajas. Vocabularios, versos mnemotécnicos, etimologías (falsas), florilegios..., el bajo Imperio transmitirá a la Edad Media un bagaje mental e intelectual apenas elemental. Es la cultura de las citas, de los trozos escogidos, de las colecciones o <<digestos>>.

¿No ocurrirá lo mismo con la parte cristiana de la cultura? La doctrina cristiana es ante todo y sobre todo la Sagrada Escritura. Y la sacra página será la base de toda la cultura medieval. Pero entre el texto y el rector se va a interponer una doble pantalla.

El texto se considera algo muy difícil y, sobre todo, tan rico y tan misterioso que es menester explicarlo a diversos niveles según el sentido que encierra. De ahí se derivan toda una serie de claves, de comentarios, de glosas tras las cuales el original se empieza a desvanecer. El Libro sucumbe bajo el peso de la exégesis. La Reforma del siglo XVI tendrá la sensación de volver a descubrirlo.


jueves, 12 de enero de 2017

Las bases ideológicas de la marginalidad.

En general, se trata de controlar o de excluir a quienes parecen representar un peligro para la "comunidad sagrada".

Esa comunidad, a pesar de los movimientos misioneros, es una cristiandad cerrada. Vive un clima de inseguridad material y mental, tiende a la simple reproducción y sospecha de todos aquellos que, consciente o incoscientemente, parecen amenazar ese frágil equilibrio. Semejante inseguridad genera un modo de pensar maniqueo que anula todos los matices, todas las medias tintas, y condena las posiciones intermedias, lo cual termina por engendrar un autoritarismo que sacraliza a las "autoridades" (auctorictates) y un sentido jerárquico que hace de toda tentativa para escapar a las situaciones fijadas por el nacimiento un pecado contra el orden querido por Dios. En caso de impridencia o accidente una parte considerable de la sociedad es empujada hacia la marginalidad: la mendicidad, la vagancia, o el crimen. Por sus estructuras económicas, sociales e ideológicas, la sociedad medieval es una gran productora de marginados.

Los marginados en el Occidente medieval 
Jacques le Goff

Dios habría podido hacer ricos a todos los hombres, pero quiso que hubiera pobres en este mundo para que los ricos tuvieran ocasión de redimir sus pecados.

Patrología Latina
Jacques-Paul Migne

lunes, 9 de enero de 2017

Sabidurías

Hay una sabiduría moral, muy práctica, no sé si primera, pero  reconocida siempre y en todo lugar, por todo el mundo y desde muy antiguo. Esta sabiduría nos viste como seres humanos desde la más tierna infancia, protegiéndonos y confirmándonos, esto es, sirviéndonos de identidad, conformándonos en muchos sentidos. De esta sabiduría hacemos uso cotidiano pues nos es útil como ninguna, y nos es tan propia y obligada que, para muchos, este vestido moral nos distingue de los animales como destino. Esta sabiduría hace de la necesidad virtud. 

Una otra sabiduría, de la que surgen la filosofía y la ciencia, distingue lo trivial de lo evidente. Esta sabiduría es un asombro, una epojé, una distancia que interponemos ante los hechos evidentes de que somos, de que existimos o de que el mundo es como es, y los interroga, los cuestiona, los pone en duda. Esta otra sabiduría no resulta práctica en modo alguno, pero otorga un enorme poder, lo que seduce nuestra ambición. Siendo esta sabiduría otra, no está claro que sea segunda a la sabiduría moral, y según algunos mitos y muchas sospechas comunes es, en realidad, consustancial al hombre,(o si conviene, a la mujer), en todo caso es el carácter de la humanidad. La sabiduría moral teme siempre a esta otra sabiduría capaz de revolucionar el universo entero a capricho.

La tercera sabiduría es la más difícil de manejar, siendo la más inmediata. Es a la vez corporal e intangible, gratuita e inaccesible, encantadora y potentísima, aunque a menudo tan menospreciada como insuficiente. Esta es la sabiduría vital, de la acción, de la decisión, del movimiento, del amor, del deseo. Es una sabiduría tan personal que presuponemos innata, tan manifiesta que otorgamos divina. En las escuelas y pedagogías de esta sabiduría estamos tan cortos que quien sea aprendiz puede ya ser considerado maestro.

sábado, 7 de enero de 2017

Amistad imposible.

Tenía treinta y tres años cuando conocí a Nietzsche, siete más que él. Este hecho apenas permitiría esperar que la amistad fuera posible -su amistad con Gersdoff y con Rohde era completamente distinta a causa de su edad-. 


La vida arrebatada de Friedrich Nietzsche 
Franz Overbeck 
(1837-1905)

[Carl von Gersdoff: 1844-1904]

[Erwin Rohde: 1845-1898]



sábado, 9 de abril de 2016

Confesiones, I. La verdad de S Agustín.

No toméis por modelo el siglo. 

Ya no buscamos ni queremos ni nos importa la verdad que San Agustín anunció, sino la relación de San Agustín con esa su verdad. Queremos la verdad de San Agustín, su sentimiento de verdad, que es su camino en el error, pues el error se nos revela más informativo que la verdad, más original, más particular y vivo, mucho más interesante y resistente al tiempo. Lo que queremos de San Agustín es, precisamente, su siglo, su circunstancia. 

domingo, 14 de febrero de 2016

11. Epiliteratura.

Si ha de haber un renacimiento literario, tendrá la forma de una enfermedad, transmitiéndose como una infección, advirtiéndose casi siempre como un mal. 



Los efectos de la Epiliteratura que viene no serán darwinistas, sino lamarkianos. El libro, si todavía se le pueda llamar así, será un órgano al servicio de la la función del literato, al que pocos querrán llamar escritor. Será, por tanto, un triunfo de la voluntad, o más bien de la intención, del deseo. 


miércoles, 20 de enero de 2016

10. El libro como trampa. Los peligros de la instrucción.

Coinciden Aristóteles y Ernst Junger en avisar de los peligros de la instrucción. Reflexionar o leer en exceso debilitan el cuerpo y la mente, restan valor al joven y juicio al viejo. 

Junger advertía del peligro de la instrucción en el niño que se aficiona a la lectura y descuida todo lo demás, atrapado como un fumador de opio en las ensoñaciones del libro.

La crítica de Aristóteles no era opinión propia, sino común entre los griegos de su época y le bastó hacerse eco de ella, en versos de Eurípides:

Nunca debe un varón que esté naturalmente en sus cabales
instruir a sus hijos hasta hacerlos demasiado sabios,
pues aparte de la holganza que ello trae consigo, 
se ganan la envidia y malquerencia de sus conciudadanos.

Todavía hoy la vida del estudioso es sinónimo del holganza, y si ya no queda demasiado de aquella malquerencia -sí de la envidia- es debido al actual estado de confusión general adonde nos ha derivado nuestro exceso de sabiduría. 

El conocimiento fue la causa de la caída del hombre y mil veces de su ruina; el saber en exceso enferma de melancolía y arrebata la felicidad. 

En la duda de saber y no saber el hombre queda paralizado, y aunque disimule su parálisis de prudencia, suyo es el trance mortal del asno de Buridan, que si murió de hambre y sed sin poder decidir si beber primero o comer después, fue porque sobre su carácter prevaleció la sabiduría, un conocimeinto excesivo para su borrica constitución.

domingo, 17 de enero de 2016

Quizá no está lejos el día.

Quizá no está lejos el día en que un verdadero artista -y no un mero artesano- pueda transmitir al público sus propias y excepcionales percepciones como su obra genuina. Entonces, la vida será, al fin, el objeto de creación, y el arte será puro, absoluto en su expresión. A través de esta perfecta comunión sensible tendremos a nuestro alcance las percepciones sobrehumanas del mundo: un artista de tacto hipertrofiado nos proporcionará la sensación de una caricia indescriptible; otro, puede que un áspero autista melómano, nos hará vibrar con una amplitud desconocida; el otro, pongamos que un geómetra sinestésico, nos alumbrará las infinitas armonías dibujadas por una muchedumbre circulando.

Cada uno de nosotros, gente común, podremos entonces experimentar tonalidades, sabores, alegrías e ideas con la inteligencia, la intuición y la potencia de un dios. Las viejas obras y disciplinas ya no serán nada en sí mismas y su valor será en todo caso el que puedan alcanzar como catalizadoras de la impresión de aquel artista del goce, de la intuición, de la armonía o de cualquier otra forma de este nuevo y definitivo Arte.

No cabe duda de que ese día por venir se iniciará una revolución como no hemos conocido otra. Frente a este torrente sensitivo, la vieja aspiración a la vida eterna parecerá un sueño pueril. La curiosidad humana removerá los cimientos de su propia condición para aquilatar los alcances del Nuevo Arte y en la búsqueda de nuevos cánones no quedará piedra sobre piedra. Ejércitos de genios despertarán a la llamada de sus talentos recónditos, causando portentos inimaginables en las consciencias del mundo. No habrá escala ni moneda que pueda soportar semejante inflación de valor y locura. ¿Quién creerá que pueda seguir siendo el mismo tras sufrir el amor no ya como lo contó Shakespeare, sino como lo vivió Romeo?

Pero, ¿acaso habrá artistas del sufrimiento, de la desesperación, de la miseria? ¡Sin duda, y serán de la mayor utilidad terapéutica! ¡Qué reconfortante regresar al mundo propio, familiar y protector, tras llorar una pequeña dosis de angustia de un genio maníaco-depresivo! ¡O recuperar el goce de respirar el aire fresco de la mañana tras afixiarse brevemente en la pesadumbre de un gran artista del nihilismo! En cambio, los trastornos que causarán al género humano las escuelas y artistas de la felicidad serán tan enormes como su promesa benefactora. ¡Qué límites no traspasaran estos filántropos por demostrar la caridad de su auxilio! Habrá también, sin duda, artistas de la mediocridad como remedio a tanta ambición. Y tampoco faltarán impertinentes que nos entretengan comparando el éxtasis del místico con el arrobamiento del orgasmo sexual. Y los más voluptuosos no dejarán de ensayar las emociones del crimen, ni de forzar los límites del dolor. Por todas partes se verán gentes aturdidas por un exceso de experiencias, temerosas de su propio gusto y contrarias al nuevo arte.


Pero ningún artista, experiencia o escuela causará una conmoción semejante al universal deseo de imitación, pues no habrá quien pueda o sepa resistirse a la tentación de rebuscar en su propia naturaleza una chispa de genio con el que conmover al resto del mundo. 

Por este deseo de trascendencia, las personas más sencillas cometeremos contra nosotros mismos las mayores violencias y la especie entera sufrirá la más honda mutación desde que adquirimos nuestra actual humanidad.

¡Quién lo iba a decir! Ya ha empezado...

martes, 5 de enero de 2016

La peste


When your great-great-grandfather paints anything worth $78.1 million, then you can criticize. In the meantime, it is safe to say that the free market has spoken and Renoir did NOT suck at painting. 
Genevieve Renoir
Heredera

Atenas y Jersualén

Las constrictivas verdades del conocimiento someten y convencen a los hombres, mientras que la libre verdad de la revelación, que ni tiene ni busca ninguna «razón suficiente», irrita a los hombres, justo como también la experiencia les irrita. La fe que, de acuerdo con la Escritura, nos conduce a la salvación y nos libera del pecado nos introduce, a nuestro parecer, en el ámbito de lo puramente arbitrario, donde el pensamiento humano no tiene ya ninguna posibilidad de orientarse y donde no puede descansar en nada.

Lev Shestov. Atenas y Jersualén 

miércoles, 16 de diciembre de 2015

DINOCAR


Entre la glándula pineal y la hipósfisis se localiza el primitivo y vital homúnculo, que activado por aquellas ediliza a concejal de Cultura y, en una fase superior, a Alcalde.

miércoles, 25 de noviembre de 2015

9. El libro como ataúd. La momificación del momento.

El libro ha muerto, ha pasado su tiempo y su posición directriz en el mundo se ha desvanecido. Hoy es un objeto de otro tiempo, un residuo.

La identificación del libro con lo finiquitado es tal que comienza a primar en él su sentido escatológico, mortuorio. Ahora el libro es un objeto de culto en el sentido más trascendente de la palabra: se ha convertido en un fino relicario, un lujoso ataud para el más allá, una tecnología de momificación, y me lo confirma la noticia de una aplicación para editar conversaciones de whatsapp en forma de libro. Desconozco si les va bien o mal, si algún fondo de inversión ha apostado por convertir esta idea en una star-up o si sus promotores realmente se lo han tomado en serio, pero el proyecto empresarial es más que una anécdota, es un síntoma.

La promesa evidente de la oferta comercial es, por supuesto, la de capturar el momento literario y salvarlo para la posteridad. En este sentido, la propuesta comparte la eterna obsesión por trascender que nos espolea a fotografiar y grabar todo cuanto sucede a nuestro alrededor. Pero en la posmodernidad de internet estas fotografías y vídeos se generan no para ser atesoradas sino para ser compartidas y reproducidas o desechadas al instante, del mismo modo que las palabras de una conversación corriente, efímera, intrascendente y creadora. La imagen trasciende así a su propia causa -perdurar el instante- para adquirir los sentidos accidentales y fugaces en la secuencia de intercambio. Lo ocurrido a la imagen con internet es la recurrencia de hacer verbo del nombre, esto es, de dividir el significado del signo ordenándolos como sentido -entendido posterior- y causa -entendida anterior-.

Pero no me lío en las paradojas del entendimiento. El sentido del whatsapp y la razón de su éxito es hacer posible la conversación en la distancia y el tiempo, extender la cháchara, el comadreo y la tertulia a cualquier momento y lugar, trascender el cotilleo a la necesidad de la presencia física y la coincidencia temporal. El whatsapp da inmanencia a la trascendencia del grupo. ¿Qué puede añadir un libro a semejante oferta? Pues evidentemente nada.

Ya lo he dicho: la promesa de la oferta es trascender, solo trascender. Lo que el libro opera en la conversación del whatsapp es una resta: elimina toda inmanencia. En el libro impreso la conversación del whatsapp queda fijada, congelada, retratada para siempre. No olvidemos que el retrato es en origen un arte mortuorio. Tras la edición, el libro del whatsapp se convierte en un Álbum de fotos, un libro eminentemente litúrgico, ceremonial. Pegar las fotos familiares en un álbum era un acto solemne, era dar sepultura a los muertos que viven en nosotros, repasarlo era honrar su presencia en nuestra memoria, darle un sitio a los muertos que fueron y que somos.

jueves, 5 de noviembre de 2015

V3. Pues nada, que queremos fundar una República.


8. El libro como fetiche. Propiedad y tecnología. La caja rota.

El fetichismo es una idolatría, una confusión de la parte con el todo, de lo accesorio con lo sustancial, del medio con el fin. El fetichismo es una sinécdoque de forma y fondo, de continente y contenido, es, además, un síntoma de cansancio, un rebuscamiento de viejo. 

La idolatría y el fetichismo son una cosificación para dominar, para apoderarse de una fuerza libre, para controlar un deseo que nos arrebata, sea de sexo o de Dios. Reduciendo el deseo en objeto, manejamos aquél mediante el simple objeto, convirtiéndolo en herramienta para nuestro deseo. No dudo de su utilidad porque reconozco su razón: administrar la impotencia.




Empiezo a preguntarme si la resistencia del libro de papel (123) en este país tiene más que ver con el conservadurismo cultural y biológico más que con cualquier otro supuesto beneficio del papel. A muchos aún les pone abrir un libro y aspirar el papel, acariciarlo, hojearlo, ojearlo. Les devuele la sensación de control y otras viejas satisfacciones. Son inadaptados al cambio, refugiados del tiempo, pero en las librerías todavía se mueven con seguridad y soltura y el libro, en especial en esas ediciones más cuidadas y puntillosas, de un preciosismo obsoleto, les ofrece un remedo de las viejas dichas, eso sí, un tanto forzadas, con regusto. 

Cada vez más personas de la industria del libro son lo bastante honestas y modestas para reconocer que su gran problema con lo digital es que no saben qué hacer sin el papel, que no están culturalmente adaptados al cambio de roles, que no dominan sus modos, que se pierden en los canales de distribución, que no entienden nada, que se vuelven impotentes. Pero casi ninguno quiere reconocer que lo que muere es el libro mismo, que incluso el ebook no es más que una sombra del papel en digital, una proyección de un continente en un hiperespacio en el que carece de sentido.., en fin, que la caja del libro se ha roto. 


miércoles, 4 de noviembre de 2015

V2. KUNG FURY.




7. El libro como llave. El manual.

Hay libros que son puentes, libros que nos abren mundos nuevos, libros que son llave. De todas las posibles metáforas para representar este poder traslocador del libro, la de libro-llave es la que más me gusta. El libro llave/clave remite además a una cualidad común de estos libros de navegación, que es su dificultad técnica, jeroglífica. El libro-clave no solo nos desvela una sabiduría y un mundo ajenos, desconocido, nos impone una gramática esotérica que debemos desentrañar, aprender y ejercitar para adquirir su sabiduría. Los libros llave son duros manuales, libros de ejercicios, objetos de estudio en sí mismos.

La exigencia técnica del libro clave nos remite a su origen íntimamente ligado al de la propia escritura alfabética, es decir, no simbólica ni representativa. La opinión más común que atribuye la invención del alfabeto a la cultura comercial, práctica, económica de los fenicios resulta perfectamente comprensible si advertimos el símbolo alfabético -la cifra- como el instrumento que ligaba bienes y mundos a través de rutas secretas, reservadas y muy provechosas. 

La Biblia, por supuesto, tan pródiga a cábalas de todas clases, pero también el Corán son hoy los más universales libros clave. El mundo ha sido transformado en tal medida por ellos que hoy es casi imposible comprender cómo pudo existir religión alguna sin ellos. Tienen otras cualidades, desde luego, pero no serían lo que son sin esa posibilidad infinita que nos otorga su lectura. Todo el Evangelio no es otra cosa que una puerta al Paraíso. Y aunque se los tiene en las antípodas, son también libros-clave los manuales técnicos y científicos. Y toda la literatura de auoayuda funciona también como un libro llave. ¿Literatura? Sí, claro, ¿qué otra cosa si no? El libro llave es el más humano de los géneros literarios, es una confesión de la propia debilidad y de nuestra efímera condición. Un Dios jamás escribiría un manual. 

sábado, 17 de octubre de 2015

Poética, III. Metro y catarsis.

Pocas obras tan influyentes y determinantes como la de Aristóteles. Su Poética deslumbró y guió a generaciones de letrados durante veintitrés siglos. Pero no consiguió torcer por un momento la opinión común que ya en vida le era contraria. 

Pues no tenemos un término común para aplicarlo a los mimos de Sofrón y de Jenarco y a los diálogos socráticos, ni a la imitación que alguien quisiera hacer en trímeros yámbicos o en versos elegíacos o versos semejantes -pero la gente, asociando el quehacer poético al metro, a unos denominan poétas elegíacos, a otros poetas épicos, atribuyéndoles el nombre de poetas no por lo que imitan, sino por el metro. Efectivamente, si es que exponen en verso algún tema de medicina o física, acostumbran a llamarlos así; y sin embargo, nada tienen en común Homero y Empédocles, salvo el metro. 

La costumbre general de asociar poética al metro ha perdurado hasta hasta nuestros días incluso cuando los versos ya no riman y el poema es una simple forma de impresión, un mero grafismo, una torre de palabras en el papel para un lector silencioso o un teatrillo de lectura declamada, sobreactuada.

Para Aristóteles no era poeta el que componía versos sino el que recreaba la realidad mediante el leguaje, el mimo, la pintura o cualquier otra arte. El poeta de Aristóteles es lo que hoy llamamos de forma genérica artista, aunque él mismo ciñera su tratadillo a lo literario y, de forma específica, a la tragedia.  Por el contrario, la percepción  común -vulgar- de la poesía como técnica de rimar se desentiende de evaluar todo efecto íntimo de un arte en el espectador y atiende solo a lo que es más superficial: el mero artificio de versificar. Así pues, la cuestión parace plantearse así: ¿fondo o forma?, e incluso admite una formulación política muy del gusto de Aristóteles: ¿élite o masa? Por supuesto, la élite la forman aquellos que pueden penetrar la verdad oculta tras las apariencias. 

Si hay algo que pueda resumir a Aristóteles es la exaltación de la lógica, es decir, de la palabra bien ordenada y veraz. Todo el pensamiento de Aristóteles tiene como fin lograr la coherencia y la continuidad del discurso. La poética pues, también debe ser lógica, y esta lógica se mide en la exactitud con la que reproduce aquello que imita. Durante siglos, Poética de Aristóteles fue la referencia formal de la crítica y la teoría literaria. Incluso en su reinterpretación más cientificista, como teoría de la comunicación, la teoría literaria encontró en Poética un anticipo del esquema clásico de emisor - mensaje - receptor que McLuhan reveló definivamente falso. La revolución de McLuhan con su famoso dicho de "el canal es el mensaje" es la realidad a la que atiende la perecpción común al restringir la poesía, incluso dentro de lo literario, a la técnica versificadora. En tanto que canal, el verso y la rima imponen su propio mensaje, y la diferencia entre lo que pueda transmitir un poeta o un pintor de una realidad dada no es de grado o de modo, como se puede deducir de Aristóteles, sino sustancial, esto es, modificando aquello que se pretendía transmitir.  

El verso no es un habla común, no es natural en el sentido de que requiere un esfuerzo suplementario, una preparación y un plan. Versificar es un costoso artificio y una rara habilidad, y oír en verso hace evidente un artificio y un arte. La utilidad del verso es que al ofrecer una concordancia rítmica y musical en el mero sonido, libera las palabras de sus ataduras corrientes y les permite nuevas concordancias y significados, libertades que sin el soporte del ritmo se harían de muy costosa digestión o pasarían desapercibidas para quien las escucha. 

La teoría literaria y artística de Aristóteles fue desechada con la transfiguración romántica del arte, que de mero artificio reproductor pasó a ser creador de realidades. Entonces la obra de arte comenzó a considerarse como una genialidad del artista, un ser excepcional, dotado de un numen sobrehumano, trascendente.

Desechada la lógica Poética como referente de la moderna teoria literaria, el médico Josef Breuer se fijó en un aspecto menor de la obra de Aristóteles: la catarsis, es decir, la impresión subjetiva que la tragedia debía producir en el espectador. La catarsis o purificación era la justificación que hacía buena y necesaria la tragedia mediante la mejora moral del espectador; Breuer desarrolló su método catárquico para curar la histeria a través de mejora sicológica y Freud introdujo la catarsis en cultura popular. 

Lo divertido del asunto es pensar que Aristóteles consideraba la tragedia la forma poética más perfecta quizá porque era la fórmula que le producía una mayor impresión, es decir, una catarsis más íntima y profunda y todo su aparato lógico no fue más que un mero artificio con el que ensalzar su íntimo goce ante el espectáculo de la tragedia. 

miércoles, 14 de octubre de 2015

Poética, II: imitación, representación, recreación.

Poética es el arte de la imitación, dijo Aristóteles. Los traductores se empeñan en decirlo así: imitación. Sin embargo, imitar no es el verbo que mejor explica el significado de la poética, su verdadera sustancia, que es representar, recrear

Aristóteles discute sobre el origen del término poetica y en su discurso recorre su relación con el hacer, con la ejecutoria, con la acción y el actuar. Pero no hace falta recurrir a Aristóteles, la acción poética enlaza de forma directa con la tragedia en cualquier circunstancia y ocasión, sin necesidad de traductor o filósofo alguno, por una simple, repetida y universal asociación mental que hace que el actor actúe.

Reconocemos una leve distancia pero una gran diferencia entre imitar y recrear. Son las que van de la vida a la muerte. Si acaso, a medio camino entre ambas, podríamos representar

La representación es el punto donde la acción poética enlaza con la política. Aristóteles encuentra la medida de esta diferencia en un tono. La mención a la política se encuentra al analizar la tercera de las partes de la tragedia: la manera de pensar: que define como poder decir lo que está implicado en la acción y lo que viene al caso, es decir, el arte narrativo. Aquí, dice, los antiguos presentaban  a sus personajes en tono político mientras que los actuales recurren a la retórica. Ahí lo deja Aristóteles, pero convendría recordar que son estas sustanciales tonalidades las que definen la calidad política mucho más que las aparatosas de las formas de la arquitectura gubernamental.

Para conocer cómo es la política de un país basta conocer su teatro y los gustos de su público. Un país que ame el buen teatro no consentirá de ninguna manera una mala política.

Inmaculada Concepción de María
Video electoral del PP