Poética es el arte de la imitación, dijo Aristóteles. Los traductores se empeñan en decirlo así: imitación. Sin embargo, imitar no es el verbo que mejor explica el significado de la poética, su verdadera sustancia, que es representar, recrear.
Aristóteles discute sobre el origen del término poetica y en su discurso recorre su relación con el hacer, con la ejecutoria, con la acción y el actuar. Pero no hace falta recurrir a Aristóteles, la acción poética enlaza de forma directa con la tragedia en cualquier circunstancia y ocasión, sin necesidad de traductor o filósofo alguno, por una simple, repetida y universal asociación mental que hace que el actor actúe.
Reconocemos una leve distancia pero una gran diferencia entre imitar y recrear. Son las que van de la vida a la muerte. Si acaso, a medio camino entre ambas, podríamos representar.
La representación es el punto donde la acción poética enlaza con la política. Aristóteles encuentra la medida de esta diferencia en un tono. La mención a la política se encuentra al analizar la tercera de las partes de la tragedia: la manera de pensar: que define como poder decir lo que está implicado en la acción y lo que viene al caso, es decir, el arte narrativo. Aquí, dice, los antiguos presentaban a sus personajes en tono político mientras que los actuales recurren a la retórica. Ahí lo deja Aristóteles, pero convendría recordar que son estas sustanciales tonalidades las que definen la calidad política mucho más que las aparatosas de las formas de la arquitectura gubernamental.
Para conocer cómo es la política de un país basta conocer su teatro y los gustos de su público. Un país que ame el buen teatro no consentirá de ninguna manera una mala política.
Para conocer cómo es la política de un país basta conocer su teatro y los gustos de su público. Un país que ame el buen teatro no consentirá de ninguna manera una mala política.
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