domingo, 17 de enero de 2016

Quizá no está lejos el día.

Quizá no está lejos el día en que un verdadero artista -y no un mero artesano- pueda transmitir al público sus propias y excepcionales percepciones como su obra genuina. Entonces, la vida será, al fin, el objeto de creación, y el arte será puro, absoluto en su expresión. A través de esta perfecta comunión sensible tendremos a nuestro alcance las percepciones sobrehumanas del mundo: un artista de tacto hipertrofiado nos proporcionará la sensación de una caricia indescriptible; otro, puede que un áspero autista melómano, nos hará vibrar con una amplitud desconocida; el otro, pongamos que un geómetra sinestésico, nos alumbrará las infinitas armonías dibujadas por una muchedumbre circulando.

Cada uno de nosotros, gente común, podremos entonces experimentar tonalidades, sabores, alegrías e ideas con la inteligencia, la intuición y la potencia de un dios. Las viejas obras y disciplinas ya no serán nada en sí mismas y su valor será en todo caso el que puedan alcanzar como catalizadoras de la impresión de aquel artista del goce, de la intuición, de la armonía o de cualquier otra forma de este nuevo y definitivo Arte.

No cabe duda de que ese día por venir se iniciará una revolución como no hemos conocido otra. Frente a este torrente sensitivo, la vieja aspiración a la vida eterna parecerá un sueño pueril. La curiosidad humana removerá los cimientos de su propia condición para aquilatar los alcances del Nuevo Arte y en la búsqueda de nuevos cánones no quedará piedra sobre piedra. Ejércitos de genios despertarán a la llamada de sus talentos recónditos, causando portentos inimaginables en las consciencias del mundo. No habrá escala ni moneda que pueda soportar semejante inflación de valor y locura. ¿Quién creerá que pueda seguir siendo el mismo tras sufrir el amor no ya como lo contó Shakespeare, sino como lo vivió Romeo?

Pero, ¿acaso habrá artistas del sufrimiento, de la desesperación, de la miseria? ¡Sin duda, y serán de la mayor utilidad terapéutica! ¡Qué reconfortante regresar al mundo propio, familiar y protector, tras llorar una pequeña dosis de angustia de un genio maníaco-depresivo! ¡O recuperar el goce de respirar el aire fresco de la mañana tras afixiarse brevemente en la pesadumbre de un gran artista del nihilismo! En cambio, los trastornos que causarán al género humano las escuelas y artistas de la felicidad serán tan enormes como su promesa benefactora. ¡Qué límites no traspasaran estos filántropos por demostrar la caridad de su auxilio! Habrá también, sin duda, artistas de la mediocridad como remedio a tanta ambición. Y tampoco faltarán impertinentes que nos entretengan comparando el éxtasis del místico con el arrobamiento del orgasmo sexual. Y los más voluptuosos no dejarán de ensayar las emociones del crimen, ni de forzar los límites del dolor. Por todas partes se verán gentes aturdidas por un exceso de experiencias, temerosas de su propio gusto y contrarias al nuevo arte.


Pero ningún artista, experiencia o escuela causará una conmoción semejante al universal deseo de imitación, pues no habrá quien pueda o sepa resistirse a la tentación de rebuscar en su propia naturaleza una chispa de genio con el que conmover al resto del mundo. 

Por este deseo de trascendencia, las personas más sencillas cometeremos contra nosotros mismos las mayores violencias y la especie entera sufrirá la más honda mutación desde que adquirimos nuestra actual humanidad.

¡Quién lo iba a decir! Ya ha empezado...

No hay comentarios: