miércoles, 25 de noviembre de 2015

9. El libro como ataúd. La momificación del momento.

El libro ha muerto, ha pasado su tiempo y su posición directriz en el mundo se ha desvanecido. Hoy es un objeto de otro tiempo, un residuo.

La identificación del libro con lo finiquitado es tal que comienza a primar en él su sentido escatológico, mortuorio. Ahora el libro es un objeto de culto en el sentido más trascendente de la palabra: se ha convertido en un fino relicario, un lujoso ataud para el más allá, una tecnología de momificación, y me lo confirma la noticia de una aplicación para editar conversaciones de whatsapp en forma de libro. Desconozco si les va bien o mal, si algún fondo de inversión ha apostado por convertir esta idea en una star-up o si sus promotores realmente se lo han tomado en serio, pero el proyecto empresarial es más que una anécdota, es un síntoma.

La promesa evidente de la oferta comercial es, por supuesto, la de capturar el momento literario y salvarlo para la posteridad. En este sentido, la propuesta comparte la eterna obsesión por trascender que nos espolea a fotografiar y grabar todo cuanto sucede a nuestro alrededor. Pero en la posmodernidad de internet estas fotografías y vídeos se generan no para ser atesoradas sino para ser compartidas y reproducidas o desechadas al instante, del mismo modo que las palabras de una conversación corriente, efímera, intrascendente y creadora. La imagen trasciende así a su propia causa -perdurar el instante- para adquirir los sentidos accidentales y fugaces en la secuencia de intercambio. Lo ocurrido a la imagen con internet es la recurrencia de hacer verbo del nombre, esto es, de dividir el significado del signo ordenándolos como sentido -entendido posterior- y causa -entendida anterior-.

Pero no me lío en las paradojas del entendimiento. El sentido del whatsapp y la razón de su éxito es hacer posible la conversación en la distancia y el tiempo, extender la cháchara, el comadreo y la tertulia a cualquier momento y lugar, trascender el cotilleo a la necesidad de la presencia física y la coincidencia temporal. El whatsapp da inmanencia a la trascendencia del grupo. ¿Qué puede añadir un libro a semejante oferta? Pues evidentemente nada.

Ya lo he dicho: la promesa de la oferta es trascender, solo trascender. Lo que el libro opera en la conversación del whatsapp es una resta: elimina toda inmanencia. En el libro impreso la conversación del whatsapp queda fijada, congelada, retratada para siempre. No olvidemos que el retrato es en origen un arte mortuorio. Tras la edición, el libro del whatsapp se convierte en un Álbum de fotos, un libro eminentemente litúrgico, ceremonial. Pegar las fotos familiares en un álbum era un acto solemne, era dar sepultura a los muertos que viven en nosotros, repasarlo era honrar su presencia en nuestra memoria, darle un sitio a los muertos que fueron y que somos.

jueves, 5 de noviembre de 2015

V3. Pues nada, que queremos fundar una República.


8. El libro como fetiche. Propiedad y tecnología. La caja rota.

El fetichismo es una idolatría, una confusión de la parte con el todo, de lo accesorio con lo sustancial, del medio con el fin. El fetichismo es una sinécdoque de forma y fondo, de continente y contenido, es, además, un síntoma de cansancio, un rebuscamiento de viejo. 

La idolatría y el fetichismo son una cosificación para dominar, para apoderarse de una fuerza libre, para controlar un deseo que nos arrebata, sea de sexo o de Dios. Reduciendo el deseo en objeto, manejamos aquél mediante el simple objeto, convirtiéndolo en herramienta para nuestro deseo. No dudo de su utilidad porque reconozco su razón: administrar la impotencia.




Empiezo a preguntarme si la resistencia del libro de papel (123) en este país tiene más que ver con el conservadurismo cultural y biológico más que con cualquier otro supuesto beneficio del papel. A muchos aún les pone abrir un libro y aspirar el papel, acariciarlo, hojearlo, ojearlo. Les devuele la sensación de control y otras viejas satisfacciones. Son inadaptados al cambio, refugiados del tiempo, pero en las librerías todavía se mueven con seguridad y soltura y el libro, en especial en esas ediciones más cuidadas y puntillosas, de un preciosismo obsoleto, les ofrece un remedo de las viejas dichas, eso sí, un tanto forzadas, con regusto. 

Cada vez más personas de la industria del libro son lo bastante honestas y modestas para reconocer que su gran problema con lo digital es que no saben qué hacer sin el papel, que no están culturalmente adaptados al cambio de roles, que no dominan sus modos, que se pierden en los canales de distribución, que no entienden nada, que se vuelven impotentes. Pero casi ninguno quiere reconocer que lo que muere es el libro mismo, que incluso el ebook no es más que una sombra del papel en digital, una proyección de un continente en un hiperespacio en el que carece de sentido.., en fin, que la caja del libro se ha roto. 


miércoles, 4 de noviembre de 2015

V2. KUNG FURY.




7. El libro como llave. El manual.

Hay libros que son puentes, libros que nos abren mundos nuevos, libros que son llave. De todas las posibles metáforas para representar este poder traslocador del libro, la de libro-llave es la que más me gusta. El libro llave/clave remite además a una cualidad común de estos libros de navegación, que es su dificultad técnica, jeroglífica. El libro-clave no solo nos desvela una sabiduría y un mundo ajenos, desconocido, nos impone una gramática esotérica que debemos desentrañar, aprender y ejercitar para adquirir su sabiduría. Los libros llave son duros manuales, libros de ejercicios, objetos de estudio en sí mismos.

La exigencia técnica del libro clave nos remite a su origen íntimamente ligado al de la propia escritura alfabética, es decir, no simbólica ni representativa. La opinión más común que atribuye la invención del alfabeto a la cultura comercial, práctica, económica de los fenicios resulta perfectamente comprensible si advertimos el símbolo alfabético -la cifra- como el instrumento que ligaba bienes y mundos a través de rutas secretas, reservadas y muy provechosas. 

La Biblia, por supuesto, tan pródiga a cábalas de todas clases, pero también el Corán son hoy los más universales libros clave. El mundo ha sido transformado en tal medida por ellos que hoy es casi imposible comprender cómo pudo existir religión alguna sin ellos. Tienen otras cualidades, desde luego, pero no serían lo que son sin esa posibilidad infinita que nos otorga su lectura. Todo el Evangelio no es otra cosa que una puerta al Paraíso. Y aunque se los tiene en las antípodas, son también libros-clave los manuales técnicos y científicos. Y toda la literatura de auoayuda funciona también como un libro llave. ¿Literatura? Sí, claro, ¿qué otra cosa si no? El libro llave es el más humano de los géneros literarios, es una confesión de la propia debilidad y de nuestra efímera condición. Un Dios jamás escribiría un manual.