jueves, 19 de enero de 2017

12. El libro, entre la cita y la exégesis.

Son tres párrafos de un texto de Jacques le Goff: La civilización del Occidente Medieval que resume el destino de toda obra. (Pero el texto completo es impagable):


También en esto la Antigüedad decadente había facilitado el trabajo de los clérigos cristianos de los primeros siglos del Medioevo. Lo que la Edad Media conoció de la cultura antigua le fue legado a través del bajo Imperio, que había mordisqueado, empobrecido y disecado la literatura, el pensamiento y el arte grecorromanos de tal forma que la alta Edad Media barbariada pudo asimilarlos con facilidad.

No fue de Cicerón o de Quintiliano de quienes los clérigos de la alta Edad Media tomaron su programa científico y educativo, sino de un retórico de Cartago, Marciano Capella que, en los comienzos del siglo V, definió las siete artes liberales en su poema: Las nupcias de Mercurio y de la Filología. Tampoco fue de Plinio o de Estrabón, inferiores, de hecho, a Tolomeo, de donde sacaron su saber geográfico, sino de un mediocre compilador del siglo III-comienzo de la decadencia-, Cayo Julio Solino, que legará a la Edad Media un mundo de prodigios y de monstruos: Las maravillas de Oriente. La imaginación y el arte, a decir verdad, ganarán lo que perderá la ciencia. La zoología de Medioevo será la del Phisiologus, obra alejandrina del siglo II, traducida al latín precisamente en el siglo V, donde toda la ciencia se esfuma en poesía fabulosa y en lección moralizadora. Los animales quedan transformados en símbolos, pero la Edad Media sacará de ellos sus bestiarios, y también en este punto la sensibilidad zoológica medieval se nutrirá de la ignorancia científica. Pero lo más grave es que esos retóricos y esos compiladores transmitirán al hombre del Medioevo un saber en migajas. Vocabularios, versos mnemotécnicos, etimologías (falsas), florilegios..., el bajo Imperio transmitirá a la Edad Media un bagaje mental e intelectual apenas elemental. Es la cultura de las citas, de los trozos escogidos, de las colecciones o <<digestos>>.

¿No ocurrirá lo mismo con la parte cristiana de la cultura? La doctrina cristiana es ante todo y sobre todo la Sagrada Escritura. Y la sacra página será la base de toda la cultura medieval. Pero entre el texto y el rector se va a interponer una doble pantalla.

El texto se considera algo muy difícil y, sobre todo, tan rico y tan misterioso que es menester explicarlo a diversos niveles según el sentido que encierra. De ahí se derivan toda una serie de claves, de comentarios, de glosas tras las cuales el original se empieza a desvanecer. El Libro sucumbe bajo el peso de la exégesis. La Reforma del siglo XVI tendrá la sensación de volver a descubrirlo.


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