viernes, 6 de marzo de 2015

La Tijera. Ernst Junger

La predicción se mueve en el interior del calendario y del tiempo mensurable; el profeta, en cambio, no se rige por las fechas, sino qu es él quien las instaura.

El ethos pedagógico es propio de los poderes temporales y espirituales; y el arrepentimiento forma parte de la pñorción autodidacta de la existencia.

Cualquiera que sea el punto en el que se ponga fin al camino, -mejor sería decir: en el que se lo interrumpa-, el camno encierra una totalidad.

La meta es posible siempre y en todos los puntos; el peregrino la lleva consigo, igual que lleva consigo su reloj. Si se concibe el camino como un via crucis, entonces la cruz está presente desde el inicio.

Lo que llama la atención de las utopías de nuestro siglo es que se presentan con el estilo de la ciencia y que son pesimistas.

El avance del cálculo y de su aplicación práctica hace imparable la transformación de la sociedad  en puras cifras o números. ...ello hace que la participación de los individuos en la sociedad vaya convirtiéndose cada vez más en una participàción estadística.

En los laboratorios permanece intacto el ethos de Occidente -Arquímedes trazando, en la Siracusa en llamas, círculos en la arena, Plinio el viejo viajando hacia el Vesubio en los días de su erupción. El avión que sigue emitiendo señales de radio mientras se precipita a tierra.

Lo que ocupa nuestro ánimo en presencia de Stonehenge no es tanto lo que aquellos hombres desconocidos construyeron cuanto lo que planificaron. 

El plan no exige su ejecució; ésta pñuede resultar incluso perjudicial.

Un plan, cuando raya en la perfección, como les ocurre a las celdillas del panal con el hexágono, puede oponer una resistencia prolongada en el tiempo.

Los cuentos los narra la abuela; el mito, el padre que regresa de la guerra.

Si tiene uno disgustos con  su mujer, eso repercute también en su salud y en sus finanzas -esos tres bienes son interdependientes. Cuando aprieta el zapato, no lo hace en un  solo sitio.

Nada es más peligroso que la riqueza sin poder.

El lector es un ser que necesita ocio igual que necesita aire para respirar; vive alejado de los negocios. Si no encuentra ocio, se lo tomará en cualquier circunstancia.

No sólo existe  un instinto de conservación vital,. también hay un instinto de conservación ideal.

Una versión más floja que la del lector ideal es la del estudioso en su cuarto de trabajo. También aquí hay libros, pero la intención de conseguir algo es más fuerte; crece el desasosiego. El investigador está vuelto al Árbol del Conocimiento; el lector, al Árbol de la Vida.

Mucho más frecuente que la espiritualización, que libera del miedo, es el aumento de la sensibilidad, que lo hace crecer. 

Lo que importa de los escritos sagrados o tenidos por tales no es tanto entenderlos cuanto entenderse con ellos, lograr un contacto íntimo. San Agustín  llega a declarar que la oscuridad de una sentencia divina es útil "en la medida en que , al ser entendida por uno de una manera y por otro de otra, produce y saca a la luz varias opiniones verdaderas".

En lo hondo del pozo penetran las raíces, pero no las miaradas.

Alguien viola las leyes hasta tal punto que es preciso dictar contra él una condena. La acción de ese hombre, vista horoscópicamente, era necesaria y, en el sentido del todo, se ajustaba incluso a una moral más alta.

La palabra que está de moda por el momento es "posmodernidad"; designa una situación que existe desde siempre. Se llega ya a ella cuando una mujer se coloca en la cabeza un  sombrero nuevo.

El hombre que considere importante "saber lo que el mundo quiere" hará bien en acer carse a la técnica de la física y la biología" En ellos echará en falta menos cosas que en los pensadores, los cuales están casi siempre inficionados de política. También hay que prevenir contra los historiadores; se envilecen hasta el punto de convertirse en meros peones y cómplices del periodismo.

El impuslo instintivo de excavar desde los combustibles fósiles hasta el uranio, en busca de energías que se trasmutan en utopías, no actua ya con economía, sino como un despilfarrador que dilapidase su herencia por una idea fija.

Lo que incita a subir al Everest no son las vistas que desde allí se tienen, sino el récord.

(Sobre el anuncio de trasplantar de cabeza de a un perro). El mero pensar en semejante cosa suscita ya problemas de alcance general. ¿Puede seguir habándose de trasplante en este caso? En él el cuerpo sería más bién lo secundario; sería el apéndice.

Ernst Junger. La Tijera. 

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