miércoles, 20 de enero de 2016

10. El libro como trampa. Los peligros de la instrucción.

Coinciden Aristóteles y Ernst Junger en avisar de los peligros de la instrucción. Reflexionar o leer en exceso debilitan el cuerpo y la mente, restan valor al joven y juicio al viejo. 

Junger advertía del peligro de la instrucción en el niño que se aficiona a la lectura y descuida todo lo demás, atrapado como un fumador de opio en las ensoñaciones del libro.

La crítica de Aristóteles no era opinión propia, sino común entre los griegos de su época y le bastó hacerse eco de ella, en versos de Eurípides:

Nunca debe un varón que esté naturalmente en sus cabales
instruir a sus hijos hasta hacerlos demasiado sabios,
pues aparte de la holganza que ello trae consigo, 
se ganan la envidia y malquerencia de sus conciudadanos.

Todavía hoy la vida del estudioso es sinónimo del holganza, y si ya no queda demasiado de aquella malquerencia -sí de la envidia- es debido al actual estado de confusión general adonde nos ha derivado nuestro exceso de sabiduría. 

El conocimiento fue la causa de la caída del hombre y mil veces de su ruina; el saber en exceso enferma de melancolía y arrebata la felicidad. 

En la duda de saber y no saber el hombre queda paralizado, y aunque disimule su parálisis de prudencia, suyo es el trance mortal del asno de Buridan, que si murió de hambre y sed sin poder decidir si beber primero o comer después, fue porque sobre su carácter prevaleció la sabiduría, un conocimeinto excesivo para su borrica constitución.

domingo, 17 de enero de 2016

Quizá no está lejos el día.

Quizá no está lejos el día en que un verdadero artista -y no un mero artesano- pueda transmitir al público sus propias y excepcionales percepciones como su obra genuina. Entonces, la vida será, al fin, el objeto de creación, y el arte será puro, absoluto en su expresión. A través de esta perfecta comunión sensible tendremos a nuestro alcance las percepciones sobrehumanas del mundo: un artista de tacto hipertrofiado nos proporcionará la sensación de una caricia indescriptible; otro, puede que un áspero autista melómano, nos hará vibrar con una amplitud desconocida; el otro, pongamos que un geómetra sinestésico, nos alumbrará las infinitas armonías dibujadas por una muchedumbre circulando.

Cada uno de nosotros, gente común, podremos entonces experimentar tonalidades, sabores, alegrías e ideas con la inteligencia, la intuición y la potencia de un dios. Las viejas obras y disciplinas ya no serán nada en sí mismas y su valor será en todo caso el que puedan alcanzar como catalizadoras de la impresión de aquel artista del goce, de la intuición, de la armonía o de cualquier otra forma de este nuevo y definitivo Arte.

No cabe duda de que ese día por venir se iniciará una revolución como no hemos conocido otra. Frente a este torrente sensitivo, la vieja aspiración a la vida eterna parecerá un sueño pueril. La curiosidad humana removerá los cimientos de su propia condición para aquilatar los alcances del Nuevo Arte y en la búsqueda de nuevos cánones no quedará piedra sobre piedra. Ejércitos de genios despertarán a la llamada de sus talentos recónditos, causando portentos inimaginables en las consciencias del mundo. No habrá escala ni moneda que pueda soportar semejante inflación de valor y locura. ¿Quién creerá que pueda seguir siendo el mismo tras sufrir el amor no ya como lo contó Shakespeare, sino como lo vivió Romeo?

Pero, ¿acaso habrá artistas del sufrimiento, de la desesperación, de la miseria? ¡Sin duda, y serán de la mayor utilidad terapéutica! ¡Qué reconfortante regresar al mundo propio, familiar y protector, tras llorar una pequeña dosis de angustia de un genio maníaco-depresivo! ¡O recuperar el goce de respirar el aire fresco de la mañana tras afixiarse brevemente en la pesadumbre de un gran artista del nihilismo! En cambio, los trastornos que causarán al género humano las escuelas y artistas de la felicidad serán tan enormes como su promesa benefactora. ¡Qué límites no traspasaran estos filántropos por demostrar la caridad de su auxilio! Habrá también, sin duda, artistas de la mediocridad como remedio a tanta ambición. Y tampoco faltarán impertinentes que nos entretengan comparando el éxtasis del místico con el arrobamiento del orgasmo sexual. Y los más voluptuosos no dejarán de ensayar las emociones del crimen, ni de forzar los límites del dolor. Por todas partes se verán gentes aturdidas por un exceso de experiencias, temerosas de su propio gusto y contrarias al nuevo arte.


Pero ningún artista, experiencia o escuela causará una conmoción semejante al universal deseo de imitación, pues no habrá quien pueda o sepa resistirse a la tentación de rebuscar en su propia naturaleza una chispa de genio con el que conmover al resto del mundo. 

Por este deseo de trascendencia, las personas más sencillas cometeremos contra nosotros mismos las mayores violencias y la especie entera sufrirá la más honda mutación desde que adquirimos nuestra actual humanidad.

¡Quién lo iba a decir! Ya ha empezado...

martes, 5 de enero de 2016

La peste


When your great-great-grandfather paints anything worth $78.1 million, then you can criticize. In the meantime, it is safe to say that the free market has spoken and Renoir did NOT suck at painting. 
Genevieve Renoir
Heredera

Atenas y Jersualén

Las constrictivas verdades del conocimiento someten y convencen a los hombres, mientras que la libre verdad de la revelación, que ni tiene ni busca ninguna «razón suficiente», irrita a los hombres, justo como también la experiencia les irrita. La fe que, de acuerdo con la Escritura, nos conduce a la salvación y nos libera del pecado nos introduce, a nuestro parecer, en el ámbito de lo puramente arbitrario, donde el pensamiento humano no tiene ya ninguna posibilidad de orientarse y donde no puede descansar en nada.

Lev Shestov. Atenas y Jersualén